Si digo que ando pelín vaga, no es una novedad, pero si cierto como la vida misma.
Pues eso, que ando ultimamente como pollo sin cabeza.
Os voy a enseñar mi labor estrella. De la que ando más que enamorada, y a la que no me atrevo aún a meter tijeras.
¡Mis almazuelas, y futura gallina!. ¡Más bonita que ni se!
Llevan hechas, practicamente desde que Belentxu nos dijo, peeeeeeeero.... ¡son tan bonitas que no me atrevo a meter tijeras y separar a las almazuelas siamesas.....!.
Quizás el Dc. Cavadas quiera, pero yo no. Y como soy su madre, pues eso: me niego.
Las miro, las remiro, se sientan conmigo a ver la tele, a leer, a vaguear -ésto último se me da de muerte-,.... En fin, que se han convertido en mis amigas inseparables. Y nunca mejor dicho.
Ya se que su naturaleza final es la de convertirse en gallina, pero como que no tengo ganas y me da pena.
¡Ojo, no vale decir que me haga otras y conserve éstas como compañeras de tertulia!. Tened en cuenta que su destino sería idéntico. Y puede que si sigo la cadena, lo mismo no quepamos todas en el sofá...
Bueno, que en este intríngulis me hallo. Y no me hallo.
La cosa empezó así, con la elección de telas. Que nunca es la que primeramente tienes en la cabeza. O es así en mi caso.
La base es una fliselina para patch, o lo que es lo mismo, la antigua entretela de 'papel' que usábamos cuando nos confeccionábamos la ropa. Antes costaba dos duros y ahora te dan dos duros si las encuentras a un precio razonable. ¡Es lo que tienen las modas!.
En fin, dejo a un lado mi particular guerra de guerrillas con respecto a estos menesteres, que hoy no tengo el día.
Aquí, en mi Mesa Para Todo, con ese glamour especial que sólo sabe aportar un buen hule con decorado étnico -clara alusión al homónimo que nos relató Jota-, donde lo mismo se cose, que la Elementilda hace sus experimentos que aún no explotan -afortunadamente para todos-, que se hace de todo, por que todo lo aguanta.
Bueno, ahora en serio: las almazuelas las hice emparejadas y a la vez. Por lo de la cosa de no confundirme, y para que me cundiera.
¡Ainsss, que ya he puesto las últimas tiras!
Aquí con la luz artificial. ¡¡No pude resisitirme a hacerle la foto finish!!. Aunque fueran las 12 de la noche: mi hora mágica. Eso y que vuelvo a padecer un poquillo de insomnio. Y no será por el calor.
¡¡Pero que monas que son, por favor!!
Ya siento la sobrexposición a mis almazuelas, pero es que me he quedado epatadísima con ellas....
Y estas fotos corresponden a la Gallina del Título de la Entrada.
Realmente, no es una gallina, como es fácilmente comprobable. Es un pajaroto que se pasea por el jardín del Abuelo de la Elementilda. Y con mucha gracia y donaire.
Mis avances con el Px, junto a la Flor de mi preferencia: la Pasionaria.
Cuando estaba en el Insti, Bécquer era lectura obligada. Bueno, a mi no me tuvieron que obligar nunca a leer, sino más bien a lo contrario.
Bien, pues cuando empecé a estudiar de lo mío, en uno de los primeros cursos, tuvimos que hacer un par de ilustraciones sobre un par de textos clásicos. Yo elegí hacer dos tipos de ilustraciones distintas sobre otros dos textos dispares:
Uno fue sobre El Sombrero de Tres Picos, cuya ilustración me gustó sobremanera, ya que reflejaba el momento en el que el Corregidor requebraba a la Molinera, mientras que su marido se hallaba entre la parra, observando a hurtadillas la escena.
La otra ilustración, quizás en modo más sombrío, como el espíritu de Gustavo Adolfo, era sobre una de las Leyendas: La Rosa de Pasión.
Años antes, mi padre me había traído de una obra un flor muy singular. Era una flor poco común y nada al uso, que a mi me impresionó. Y me contó la historia de su nombre.
La misma que Bécquer relatara en su Leyenda, que pasó a ser una de mis preferidas.
He de decir que, como suele pasar, a mi profesor la ilustración que le gustó y que se llevó la mejor calificación, fue la correspondiente a la Rosa de Pasión, con un claro estilo comic, que a mi no me gusta nada, pero mucho más elaborado que el otro.
¿Qué por qué cuento todo ésto?. Pues no lo se. De vez en cuando me gusta recordar y éste es mi cuaderno de bitácora.


Y estas son tres joyas de la corona en cuanto a costuritas se refiere. Le prometí a Maríamaquineta enseñarlas, y aquí las traigo. No son mías, pero no me importaría en absoluto.
De hecho, la primera es como de la de mi madre, con la que yo aprendí a coser, y con la que me llevaba de cine.
¡Feliz verano!. Nos volveremos a encontrar. Mientras tanto, ¡que cosáis bien, reinas mías!
Gracias por pasar a verme, otra vez.
